No pretendo en estas páginas hacer un extenso y exhaustivo relato y una descripción pormenorizada de mi viaje a Creta. No poseo el tiempo, ni seguramente la capacidad. Tampoco es la intención de este blog ser una guía de viajes. Sólo deseo compartir algo de lo que vi en la isla griega a través del personal punto de vista del visor de mi cámara.
La primera civilización que pobló Creta fue la Minoica, que probablemente se convirtió a la vez en la cultura pionera del Mediterráneo. Los minoicos habitaron la isla entre los años 2.000 y 1.450 a.C. y su población más importante fue Knossos, donde se construyó su célebre palacio, muy cerca de Iraklio, la capital cretense. Sus restos fueron descubiertos por Sir Arthur Evans en el año 1.900 de nuestra era, quien llevó a cabo algunas polémicas restauraciones -por supuestas improvisaciones respecto a la obra original- en el recinto arqueológico, como la del Salón del Trono, que aparece en la fotografía.
O como esta otra recreación, la del fresco de los Delfines, situada en el Megarón (aposentos) de la Reina.
La siguiente foto es un espejo de la anterior. Está hecha desde las estribaciones meridionales del Psiloritis hacia el Sur, donde se eleva la Asterousia, que en la vertiente contraria cae violentamente hasta encontrarse con el Mediterráneo.
En éstas fértiles llanuras, regadas por el río Geropotamos, hubo (y hay) multitud de asentamientos humanos. El más importante, del periodo minoico, fue Festos, donde se encuentra el que se considera el teatro más antiguo del mundo que se haya documentado, de casi 4.000 años de antigüedad , ubicado en el patio Oeste del palacio.
En la vertiente sur de la Asterousia, los acantilados se despeñan sobre el mar escondiendo recónditas playas, como la de Lendas, en la que hasta esta edificación abandonada recientemente parece tener una larga historia.
En la costa norte de la zona central de la isla hay playas arenosas como esta paradisíaca cala ubicada en la isla de Spinalonga, que todavía conserva el nombre veneciano original, testimonio de la ocupación de la república de Venecia, la Serenissima, durante 450 años. Entre la playa y la isla de los Pájaros, que se ve al fondo, hay praderas submarinas de seba (Cymodocea nodosa), fanerógama marina, prima pequeña de la posidonia. Sorprendentemente por lo inaccesible de la zona, la pradera se encontraba bastante dañada, probablemente debido al fondeo de pequeñas embarcaciones particulares, pesqueras o recreativas.
En la zona oriental de la isla hay un macizo montañoso de altitud inferior al Psiloritis, los montes Dikti (Dikti Ori), de 2.148 m de altitud. Entre éstos y una elevación menor, la Selena Ori, surge un bloque deprimido, pero muy elevado respecto al nivel del mar, a 850 m de altitud, llamado meseta de Lassithi. Su suelo se explota desde tiempos inmemoriales gracias a al extracción de agua del acuífero por parte de estos molinos de viento tradicionales que asociados a un sistema de poleas, pueden bombear el agua subterránea a la superficie. Los pobladores de la meseta de Lassithi han cultivado como hacían sus ancestros, frutales, vides, maíz y productos hortícolas. Actualmente, estos molinos son puras curiosidades, piezas de museo mantenidas con vida con fines turísticos y el agua se extrae del acuífero mediante motobombas hidráulicas.
Y claro, en un entorno marcadamente árido, el riego continuado garantiza la disponibilidad de agua para los sistemas naturales cambiando la cara de los hábitats, e indirectamente, de las especies que cobijan dichos hábitats, que tienen garantizados los recursos hídricos que precisan. Así, Creta parece vivir en la meseta de Lassithi una eterna primavera, destacando la floración -en pleno agosto- de muchas especies arvenses y pratenses, como este Echinops spinossisimus.
Y en cuanto a la fauna, la presencia del agua en el campo y las altas temperaturas atraen a numerosos insectos como a este cerambícido, que porta trabajosamente sus largas antenas.
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