martes, 27 de septiembre de 2011

Ojos que te observan

La saltacercas (Lasiommata megera), es un lepidóptero de la familia de los satíridos denominada de este modo por posarse frecuentemente en muros y tapias de piedra. Los ocelos de las alas de muchos satíridos son vistosos reclamos que desvían la atención de los depredadores a las alas protegiendo las partes vitales del insecto.

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Lasiommata megera posada en una hoja de hiedra (Hedera helix) en el Monasterio de Piedra.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Último guiño al verano en el río Piedra

El río Piedra en palabras de R.Tagore: "No fue el martillo el que dejó perfectas estas piedras, sino el agua, con su dulzura, su danza, y su canción. Donde la dureza sólo consigue destruir, la suavidad consigue esculpir."



Cola de Caballo, la cascada más sobrecogedora del río Piedra. 
























El Baño de Diana, un oasis creado por el río Piedra en plena paramera zaragozana. 


























Cascada de los Fresnos. El sustrato calizo proporciona el elemento propicio para servir de lienzo en blanco ante las imaginativas manos del agua.




Cola de Caballo, desde el interior de la gruta Iris.




Gruta Iris, jugando con el agua y con la luz.












jueves, 1 de septiembre de 2011

Viaje a Creta. Parte II: Creta occidental



El centro neurálgico de la parte occidental de Creta es Chania, una elegante a la par que decadente ciudad de estilo veneciano, que aglutina en una breve superficie lo más moderno y  lo más ruinoso, la prisa europea y la parsimonia africana y que cuenta con una inquieta vida cultural y un espantoso tráfico para tratarse de una población de apenas 50.000 habitantes. Chania estuvo ocupada por el imperio otomano durante 250 años y su huella quedó impresa con fuerza, permaneciendo hasta la fecha en algunos monumentos que sobrevivieron a las revueltas frente a los invasores, como la mezquita de los Jenízaros o del Puerto, cuya portentosa cúpula soportan cuatro temblorosos arbotantes.



Orográficamente, el oeste cretense lo domina la espectacular cordillera de las Lefka Ori, las Montañas Blancas, que hacen honor a su nombre y, efectivamente, están cubiertas de nieve 7 meses al año, lo que no es poco sorprendente teniendo en cuenta la proximidad de Creta a la costa africana y su máxima altitud, relativamente modesta, los 2.453 m de la cima del Pachnes.



El paisaje que alcanza mayor espectacularidad en Creta es, sin duda, el que encierran las gargantas de la vertiente meridional de las Montañas Blancas. En esta panorámica se pueden ver las paredes de la garganta de Imbros, donde hay un vertiginoso bosque rupícola de cipreses (Cupressus sempervirens). En el fondo del valle a los cipreses los acompañan las coscojas (Quercus coccifera), de nuevo de portes extraordinarios y los arces (Acer sempervirens).



Los densos bosques de las cabeceras de las gargantas se estrechan progresivamente en su carrera inexorable hacia el mar convirtiéndose en desfiladeros que, debido a los procesos karsticos a los que se ven sometidos, dan lugar a multitud de formas y colores de fantasía desinhibida, auténticos prodigios de roca como este arco, también en Imbros, cerca de la parte más estrecha del cañón. 



En las proximidades de sus desembocaduras, las gargantas cretenses se convierten en pedregosas ramblas que llegan al mar sedientas, secas por la esponjosidad de la caliza, en las que, no obstante, se conserva el recuerdo de la primavera en las flores de las adelfas (Nerium oleander) y del sauzgatillo (Vitex agnus-castus). Esta última, en la siguiente fotografía, se consideraba antiguamente un inhibidor de la líbido, que usaban monjes célibes y mujeres cabreadas. De ahí sus nombres vulgares: árbol casto, pimiento de los monjes y sauzgatillo (sauce gatillo) por razones obvias. En estas plantas liban multitud de insectos como la chupaleches (Iphiclides podalirus).



La garganta más impresionante de Creta, y la más concurrida por los turistas, es Samaria. Los datos hablan por sí solos. Pierde 1.200 metros de altitud en unos 16 km de longitud y pasa de una amplitud de valle de cientos de metros a tan sólo 3 en el punto más estrecho, las Puertas de Hierro (sideroporten), sin olvidar que en el camino te conviertes en una hormiga bajo paredones descomunales de medio kilómetro de altura. Esta es la cabecera del valle, custodiada por el atento Pachnes.



Y este es el magnífico bosque mixto de cipreses con pinos (Pinus brutia) y con plátanos en las vaguadas (Platanus orientalis) que se atraviesa en la primera mitad del recorrido de la garganta. Los tres tonos de verdes de estos tres árboles -verde mate del ciprés, verde claro del pino y verde brillante del plátano- se pueden diferenciar perfectamente incluso desde largas distancias.




La garganta se angosta cada vez más y los árboles comienzan a expandirse en vertical, colgándose de los riscos en posturas increíbles. Los cortados tienen aquí cientos de metros. 



Hasta llegar a las famosas "Sideroporten", en las que apenas hay 3 metros de distancia entre las dos paredes, que parecen querer tocarse sin conseguirlo. Al otro lado, espera el mar.


Algunas especies de flora que pudimos identificar en las gargantas de Samaria e Imbros:

Dragoncillo (Dracunculus vulgaris) cuyas bayas son muy tóxicas.



Arce cretense (Acer sempervirens), especie muy próxima a nuestro arce de Montpellier (Acer monspessulanum) que crece en ambientes frescos y que en determinadas zonas está extremadamente ramoneado por los rebaños de cabras hasta un punto de mutilación que resulta difícil reconocerlo.



Algunos de los cipreses (Cupressus sempervirens) de Samaria alcanzan importantes dimensiones y sus troncos se retuercen y resquebrajan dotándolos de una añeja personalidad. En la naturaleza hay dos morfos, horizontalis llamados en ocasiones cipreses tabulares y que son los más comunes en Creta, y pyramidalis, con su característica forma cónica y sombra alargada, ampliamente cultivados por el hombre.


























Las paredes de las gargantas cretenses albergan importantes representaciones de flora rupícola, con algunos endemismos insulares. Este es el aspecto de una comunidad de flora rupícola en Samaria. 


























Y varias de las especies endémicas que pude fotografiar.

Staehelina arborea (familiacompuestas).




Ebenus creticus (familialeguminosas)



























Otras especies rupícolas no son endémicas de Creta, sino que también son comunes en otras partes de Grecia y del Mediterráneo oriental, como la despeluchada compuesta Ptilostemum chamaepeuce.





Coridothymus capitatus, es una labiada muy abundante en todos los ecosistemas de altitud media de la isla y se encontraba con un vistoso pico de floración. Multitud de abejas liban en sus flores para producir en un futuro una afamada miel de tomillo.


























En cuanto a la fauna de las gargantas, agosto no es el mejor mes para observar animales, pero pudimos ver algunas cosas interesantes, como estas curiosas aglomeraciones de caracoles del género Albinaria, género muy diversificado en Creta.



En Samaria y sus áreas limítrofes viven los últimos supervivientes de una subespecie endémica cretense de cabra de bezoar (Capra aegagrus ssp. cretica), conocida localmente como agrimi o kri-kri. Se han vuelto tan escasas, que es difícil encontrarlas en los laberínticos recovecos de la orografía caliza, pero un pequeño grupo parece asiduo a los alrededores del pueblo abandonado de Samaria, como la hembra de la fotografía. A buen seguro, así consiguen un extra de alimento pues es una parada habitual entre los senderistas.


























En la cabecera de la garganta de Samaria, a unos 1.500 metros de altitud pudimos ver uno de los quebrantahuesos adultos (Gypaetus barbatus) de las 10 parejas estimadas de la población cretense, que a pesar de contar con multitud de enclaves propicios para la reproducción en los farallones calizos de los tres sistemas montañosos de la isla, se considera amenazada de extinción con el agravante de un problema de aislamiento poblacional pues las poblaciones más cercanas a ésta se encuentran en los Alpes, donde hay menos efectivos que en Creta, fruto de reintroducciones que se han llevado a cabo desde los años 80. 



Otra de las singularidades de las montañas de Creta son las mesetas que aparecen a gran altitud, entre montañas, y que se encuentran en ocasiones muy cultivadas, como la de Lassithi. Se trata de poljés, o bloques tectónicos hundidos característicos del modelado karstico y albergan tierras muy fértiles pues recogen los sedimentos de las escorrentías que provienen de las crestas circundantes (son cuencas endorréicas). En la fotografía siguiente, aparece la meseta de Omalos, enclavada a unos 1.000 m de altitud y cuya superficie vegetal se encuentra extensivamente cultivada, aunque muy pastoreada por el ganado caprino y ovino.



Casi en la línea de cumbre que delimita el valle de Samaria, encontramos un pequeño núcleo poblacional  de una especie arbórea muy especial: la zelkova. Las zelkovas o localmente "abelicias" (Zelkova abelicea) pertenecen a la familia de los olmos (Ulmaceae) y son lo que se denomina en el ámbito científico como fósiles vivientes, pues constituyen un relicto de la flora arctoterciaria europea, testimonio de periodos antiguos con mayor humedad y más estabilidad climática, antes de las glaciaciones cuaternarias.


























En el extremo noroccidental de la isla hay dos penínsulas -Gramvousa y Rodopos- que son de máximo interés para la flora y la fauna. En ellas, entre otras especies, crían los halcones de Eleonor (Falco eleonorae) y constituyen algunos de los últimos enclaves de reproducción europeos de la tortuga boba (Caretta caretta) y de la foca monje (Monachus monachus). En estas penínsulas hay extensas superficies ocupadas por friganas, formación arbustiva de caméfitos de pequeño porte, habitualmente espinosos y almohadillados, que dotan al paisaje de un aspecto desolado y "africanamente" árido. Estas formaciones son muy comunes en Creta y en ellas comen las cabras no se sabe qué demonios, a algunas las vimos mascar los cardos. La aridez del terreno, la orografía y los procesos erosivos hacen que en Creta sea extremadamente raro localizar pastizales de herbáceas -buenos pastos-, salvo naturalmente en el ámbito alpino, donde también abundan las friganas. La frigana de la fotografía se encuentra en la península de Gramvousa.



Pero atravesar la Frigana de Gramvousa tiene su premio: la fantástica playa de Balos, formada por un espectacular tómbolo de arena perpendicular a la península de Tigani, formado precisamente por el efecto pantalla que ha producido dicha península en el oleaje. Es una lástima que hasta aquí lleguen barcos de gran calado y enorme capacidad, un premio excesivo para bañistas que han realizado un inexistente esfuerzo.



Otra península del noroeste de Creta con interés natural y cultural es la península de Akrotiri, que curiosamente se traduce como península de penínsulas. En la bahía de Kalathas pude fotografiar este ejemplar de lirio de mar (Pancratium maritimum), mientras unos atronadores cazabombarderos rompían la quietud del mundo, sin duda rumbo a Libia.



Para terminar, en Rethimno, multitud de curiosos se agolpaban cámara de fotos en mano para fotografiar ¿monumentos minoicos, venecianos u otomanos? No. Una espectacular concentración post-nupcial de golondrinas comunes en los cables de los tendidos eléctricos del centro de la ciudad. Porque sí, es verdad, el Patrimonio Natural puede atraer al turismo y, por qué no, muchos ingresos. Incluso aunque sólo fuera desde un punto de vista estrictamente económico ¿No merece la pena conservar?





martes, 30 de agosto de 2011

Viaje a Creta. Parte I: Creta central y oriental


No pretendo en estas páginas hacer un extenso y exhaustivo relato y una descripción pormenorizada de mi viaje a Creta. No poseo el tiempo, ni seguramente la capacidad. Tampoco es la intención de este blog ser una guía de viajes. Sólo deseo compartir algo de lo que vi en la isla griega a través del personal punto de vista del visor de mi cámara.


La primera civilización que pobló Creta fue la Minoica, que probablemente se convirtió a la vez en la cultura pionera del Mediterráneo. Los minoicos habitaron la isla entre los años 2.000 y 1.450 a.C. y su población más importante fue Knossos, donde se construyó su célebre palacio, muy cerca de Iraklio, la capital cretense. Sus restos fueron descubiertos por Sir Arthur Evans en el año 1.900 de nuestra era, quien llevó a cabo algunas polémicas restauraciones -por supuestas improvisaciones respecto a la obra original- en el recinto arqueológico, como la del Salón del Trono, que aparece en la fotografía.


























O como esta otra recreación, la del fresco de los Delfines, situada en el Megarón (aposentos) de la Reina. 


El centro de la isla está ocupado por la cadena montañosa de mayor altitud de la misma, el macizo del Psiloritis o Monte Ida, gran mole caliza que se eleva 2.454 metros sobre el nivel del mar. Entre estas montañas y la costa meridional de la que bebe el mar de Libia hay otra cadena montañosa, la Asterousia, en este caso de naturaleza metamórfica (esquistos) que delimitan una amplia y fértil llanura, la meseta de Messara. La siguiente foto está hecha desde la Asterousia hacia el Psiloritis, que se muestra cubierto por un manto de nubes, quedando en primer plano la meseta de Messara, cultivada intensivamente con olivos, y en menor medida con vides, cereales, frutales y huertas.

La siguiente foto es un espejo de la anterior. Está hecha desde las estribaciones meridionales del Psiloritis hacia el Sur, donde se eleva la Asterousia, que en la vertiente contraria cae violentamente hasta encontrarse con el Mediterráneo.


























En éstas fértiles llanuras, regadas por el río Geropotamos, hubo (y hay) multitud de asentamientos humanos. El más importante, del periodo minoico, fue Festos, donde se encuentra el que se considera el teatro más antiguo del mundo que se haya documentado, de casi 4.000 años de antigüedad , ubicado en el patio Oeste del palacio.


Cerca de Festos se encuentra Gortis, sucesora de la ciudad griega de Gortina, que alcanzó su esplendor cultural en el periodo clásico heleno. Entre su legado, destaca el sistema legislativo más antiguo que se conserva de la Grecia Clásica, del siglo VII a.C., el Código de Gortina, y que se expone en el Odeón (auditorio) romano posterior, del siglo I a.C. En la siguiente foto se observan algunos de los 17.000 caracteres en jónico antiguo que componen el texto.


























En la vertiente sur de la Asterousia, los acantilados se despeñan sobre el mar escondiendo recónditas playas, como la de Lendas, en la que hasta esta edificación abandonada recientemente parece tener una larga historia.


La mayor parte de las zonas medias y bajas de Creta están profundamente transformadas por el hombre, por el desarrollo de cultivos, sobre todo olivares de añosos ejemplares, de los que se producen anualmente cantidades ingentes de aceitunas y de aceite de oliva. En los márgenes del olivar, crecen las especies arbustivas que existirían de forma natural en los terrenos explotados con fines agrícolas. Este matorral conformaría una espesa garriga con algarrobos (Ceratonia siliqua), lentiscos (Pistacia lentiscus), coscojas (Quercus coccifera) y espinos (Rhamnus, Lycium, Rosa). En la siguiente foto se ve como en las lindes de los cultivos, los olivos (izquierda) y los algarrobos (derecha) se disputan el derecho a reinar en el monte mediterráneo.


Donde no se puede explotar el suelo por su pobreza o su relieve, aparece la vegetación natural, siendo los coscojares y los pinares de Pinus brutia las formaciones más características de los pisos inferiores, junto con el omnipresente matorral. En las vaguadas o zonas de ambientes más frescos, crecen los platanos (Platanus orientalis), hermanos salvajes de nuestros hogareños platanos de sombra, como este ejemplar en la garganta de Rouvas.





El coscojar es muy abierto y deja espacio entre los árboles para el desarrollo de muchas especies de caméfitos, sobre todo labiadas y leguminosas, así como plantas de otras familias, siempre predominando el porte almohadillado y, a menudo, las especies con espinas, como este agracejo (Berberis cretica).



























En la costa norte de la zona central de la isla hay playas arenosas como esta paradisíaca cala ubicada en la isla de Spinalonga, que todavía conserva el nombre veneciano original, testimonio de la ocupación de la república de Venecia, la Serenissima, durante 450 años. Entre la playa y la isla de los Pájaros, que se ve al fondo, hay praderas submarinas de seba (Cymodocea nodosa), fanerógama marina, prima pequeña de la posidonia. Sorprendentemente por lo inaccesible de la zona, la pradera se encontraba bastante dañada, probablemente debido al fondeo de pequeñas embarcaciones particulares, pesqueras o recreativas.



En la zona oriental de la isla hay un macizo montañoso de altitud inferior al Psiloritis, los montes Dikti (Dikti Ori), de 2.148 m de altitud. Entre éstos y una elevación menor, la Selena Ori, surge un bloque deprimido, pero muy elevado respecto al nivel del mar, a 850 m de altitud, llamado meseta de Lassithi. Su suelo se explota desde tiempos inmemoriales gracias a al extracción de agua del acuífero por parte de estos molinos de viento tradicionales que asociados a un sistema de poleas, pueden bombear el agua subterránea a la superficie. Los pobladores de la meseta de Lassithi han cultivado como hacían sus ancestros, frutales, vides, maíz y productos hortícolas. Actualmente, estos molinos son puras curiosidades, piezas de museo mantenidas con vida con fines turísticos y el agua se extrae del acuífero mediante motobombas hidráulicas.


























Y claro, en un entorno marcadamente árido, el riego continuado garantiza la disponibilidad de agua para los sistemas naturales cambiando la cara de los hábitats, e indirectamente, de las especies que cobijan dichos hábitats, que tienen garantizados los recursos hídricos que precisan. Así, Creta parece vivir en la meseta de Lassithi una eterna primavera, destacando la floración -en pleno agosto- de muchas especies arvenses y pratenses, como este Echinops spinossisimus.


Y en cuanto a la fauna, la presencia del agua en el campo y las altas temperaturas atraen a numerosos insectos como a este cerambícido, que porta trabajosamente sus largas antenas.