lunes, 29 de abril de 2013

Paisajes olvidados en Madrid

Resulta llamativo que en una comunidad autónoma con más de 6 millones de habitantes y una densa red de localidades e infraestructuras que conforman un paisaje intensamente fragmentado, todavía queden rincones perdidos, parajes desconocidos, sin nombre ni apellido, alejados de nuestras manos inclementes, naturaleza viva e ingobernable reivindicando su sitio, paisajes olvidados por el paso del tiempo. Estos oasis de biodiversidad suelen coincidir con las zonas de montaña más recónditas de Guadarrama, pero también tenemos buenos ejemplos en zonas de altitud medio, donde hay interminables extensiones de dehesa de encina (Quercus ilex ssp. ballota) que presentan un magnífico estado de conservación y de vital importancia para los hábitats y las especies madrileñas.

Estas dehesas suelen ocupar el suroeste madrileño siendo el ejemplo más conocido las que ocupan los valles de los ríos Alberche y Cofio. No obstante, entre el río Perales y el Guadarrama, hay magníficos encinares adehesados, fuera de toda figura de protección y en general muy desconocidos por la población. Es aquí donde sobreviven las últimas carracas (Coracias garrulus) de la Comunidad de Madrid además de ser montes de gran importancia para la conservación del águila imperial ibérica (Aquila adalberti), de la cigúeña negra (Ciconia nigra) y del elanio azul (Elanus caeruleus).  















Cantuesar en el entorno del arroyo de las Castañuelas en el término municipal de Sevilla la Nueva. El cantueso (Lavandula stoechas ssp. pedunculata) y distintas especies de tomillo (Thymus sp.) constituyen la última etapa de degradación de los encinares guadarrámicos por lo que tienen una gran importancia en Madrid, donde la mayor parte de los encinares se encuentran muy roturados en favor de los agrosistemas.


Mata de cantueso en Sevilla la Nueva. El cantueso es una planta aromática de la familia de las labiadas que presenta unas inflorescencias muy compactas plagadas de pequeñas flores muy poco conspicuas. En realidad, las labores de atracción de los insectos que polinizan a esta planta las realizan las dos llamativas brácteas color lila que coronan la inflorescencia. 


Encinas y cultivos de cereal en Sevilla la Nueva. La dehesa es un sistema seminatural ancestral de origen antrópico -aunque quizás promovido o favorecido por la presencia del fuego como elemento intrínseco al monte mediterráneo- que a menudo se presenta como ejemplo paradigmático de sostenibilidad. Aunque esta idea es tan discutible como el propio sentido de la palabra sostenibilidad, lo cierto es que una dehesa puede ser explotable a muchos niveles (leña, caza, explotaciones ganaderas, trashumancia, bellota, corcho en el caso de las dehesas de alcornoque etc.). Además, muchas dehesas son cultivadas con cereales aprovechando el espacio entre pies de encina lo que genera agroecosistemas muy importantes para muchas aves rapaces, una de las más fieles a este formato de dehesa, es el elanio azul, que es menos frecuente en encinares con mayores densidades arbóreas.

Jara pringosa en un encinar ubicado entre las localidades de Sevilla la Nueva y Brunete. La jara pringosa (Cistus ladanifer) es uno de los componentes fundamentales de los encinares guadarrámicos. Florece entre marzo y mayo y presenta una variedad muy reconocible con una mancha púrpura en la base de cada pétalo (var. maculatus) -y que vale a la planta el nombre popular de jara de las cinco llagas- frente a la que aparece en la fotografía, que es completamente blanca (var. albiflorus). 


Dehesa de encinas y cultivos de cereal en Sevilla la Nueva. Los encinares adehesados con amplios espacios abiertos entre los pies de encina son muy importantes para multitud de rapaces ibéricas que utilizan las encinas más viejas como soporte para construir sus pesados nidos y cazan conejos, perdices, roedores y otros vertebrados en los pastizales o cultivos intercalados entre los árboles. Algunas especies como el águila imperial ibérica son muy dependientes de este hábitat pues suele acoger favorablemente a la principal presa de esta rapaz: el conejo (Oryctolagus cuniculus).

Pastizal terofítico ubicado cerca de la localidad de Villanueva de Perales. En las dehesas en las que no se cultivan cereales crecen en primavera de forma natural exuberantes pastizales de herbáceas que tienen una gran importancia para la conservación de la biodiversidad por la diversidad florística y faunística que albergan. El término terofítico alude al carácter anual de las plantas que conforman estos pastizales en los que, por supuesto, las gramíneas juegan un papel muy importante. Estos hábitats son tan escasos en Europa que la Comisión Europea los considera hábitat de conservación prioritaria aunque en España sean relativamente comunes.  


Un jilguero adulto (Carduelis carduelis) se posa en la encina que esconde en el interior de su follaje el nido al que acaba de acarrear materiales blandos como plumas y hierbas haciéndolo lo más acogedor posible para su futura prole. Durante un buen rato estuve observando a la pareja de esforzados padres acomodar su nido en el entorno de la Cañada Real Segoviana entre Villanueva de Perales y Villamanta. Entre viaje y viaje, las coloridas aves reponían fuerzas en unos cardos situados a pocos metros de la encina. El puntiagudo pico de los jilgueros funciona de forma muy eficaz como una pinza de gran precisión para la extracción de las semillas de los cardos de las que se alimentan. 


Una encina repleta de amentos masculinos se alza bajo el cielo completamente cubierto en Villanueva de Perales. Los amentos se definen como una clase de inflorescencia en la que las flores se disponen de forma alterna sobre un eje colgante. En las encinas, las flores masculinas y femeninas se disponen en ejes distintos y además la floración no suele coincidir en el tiempo para evitar la autopolinización. Primero florecen los amentos masculinos que por su aspecto colgante y amarillento se conocen popularmente en amplias zonas de Castilla como "moco de encina" y en segundo lugar aparecen las flores femeninas, muy distintas a las masculinas, pequeñas, discretas, solitarias o agrupadas  en pequeños grupos en las ramas nuevas del año. Dice el refrán que si la encina tiene mucho moco en la montanera da poco. Este dicho popular alude a que en general, si la encina invierte mucha energía en la fabricación de amentos masculinos o moco de encina, guardará pocas fuerzas para la posterior floración femenina, que a la larga va a ser la que va a dar lugar a la generación de bellotas. Parece ser que las lluvias intensas en invierno y principio de primavera favorecen el moco de encina pero no la bellota que, sin embargo se vería favorecida por las lluvias primaverales tardías.

2 comentarios:

  1. He disfrutado estas fotos. Desde la primavera de Nueva Inglaterra (muy distinta y también fascinante), aprecio aún más estás imágenes en las que reconozco mi hogar naturalista.

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  2. Preciosas fotos, como siempre. Gracias por compartirlas en la distancia temporal que nos aleja.

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