domingo, 16 de septiembre de 2012

Recorriendo la costa portuguesa: Algarve, Bajo Alentejo y Estremadura


El vagabundeo por la costa portuguesa de la mitad sur del país nos ha dejado en la retina dos viajes muy distintos. La costa sur del Algarve, se encuentra drásticamente transformada al servicio del turismo. En este sentido, apenas quedan zonas con vegetación natural, pues se ha construido vorazmente una franja costera que, sin expolios urbanísticos, debería ser actualmente un auténtico paraíso natural.

Pese a todo, existen algunos enclaves sorprendentemente bien conservados, más si cabe, teniendo en cuenta que se trata de matorrales halófilos y llanuras intermareales fangosas, formaciones que históricamente se han conocido como grandes enemigos del progreso (progreso cimentado sobre el ladrillo, y no es metáfora). Es el caso de la reserva natural de Castro Marim, que alberga las marismas, saladares y llanuras intermareales ubicadas en la margen occidental del río Guadiana donde éste hace de frontera entre España y Portugal. Se trata de un humedal de gran importancia para las aves donde ya pudimos ver numerosas especies migratorias a pesar de lo temprano de la fecha, mediados de agosto, sobre todo limícolas, pero también flamencos (Phoenicopterus ruber).

Los destellos rojos de las alas de los flamencos cuando levantan el vuelo le valieron el nombre científico a esta ave. Phoenicopterus= Phoenix (del ave Fénix) y Pterus (alas). Los ejemplares que se observan con tonos apagados son jóvenes flamencos nacidos este año, no en Castro Marim, donde es una especie invernante.

Bando de flamencos (Phoenicopterus ruber) en vuelo sobre las salinas de Castro Marim.   

Además, en las proximidades de Faro, se encuentra el Parque Natural de Ría Formosa, que cuenta con importantes hábitats de agua dulce y salada para la avifauna. En la fotografía se observa un macho de ánade friso (Anas strepera) en plumaje de eclipse, en una laguna de agua dulce situada dentro de la granja Ludo, gran finca privada próxima al aeropuerto de Faro . ¿Qué es el eclipse cuando hablamos de patos y no de astros? Las anátidas realizan después del periodo reproductor una muda simultánea de todas las plumas de vuelo (rémiges) lo que implica que durante algo menos de un mes no pueden volar. En este periodo son especialmente sensibles a la depredación pero el asunto es menos problemático para las hembras porque poseen un plumaje más críptico que los machos, engalanados con vestidos llamativamente coloridos para atraer a las hembras. Por eso, junto a las plumas de vuelo, los machos mudan también las plumas del cuerpo y se transforman en aves mucho más descoloridas y pálidas, sorprendentemente parecidas a las hembras, aumentando sus posibilidades de sobrevivir a la muda. El plumaje de eclipse, por tanto, no deja ver, oculta, los deslumbrantes colores de las anátidas en celo.




























Macho de ánade friso en plumaje de eclipse en el Parque Natural de Ría Formosa.


A medida que nos acercamos al cabo de San Vicente, vemos cambios en el paisaje, más agrícola y con mayor presencia de arbolado. Además la costa comienza a adquirir relieves más  accidentados, formando espectaculares formaciones geológicas como en el caso de la ponta da Piedade. Allí, una pareja de cernícalos vulgares (Falco tinnunculus) habían instalado su territorio y se dedicaban a hostigar la las palomas bravías (Columba livia) que tienen un carácter rupícola en estado salvaje.


Hembra de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) posada sobre el edificio del faro de la ponta da Piedade, junto a la gran urbe de Lagos.

Y a partir de Sagres, la costa occidental del Algarve cambia y se vuelve indomable, atrevida, peligrosa... Las olas baten la extraordinaria playa de Beliche, ubicada en la península de Sagres. Al fondo de la fotografía se observa la llamativa cuadratura del cabo de San Vicente, punto más suroccidental de la península Ibérica...


























Playa de Beliche, cerca del cabo de San Vicente.


... y un lugar inmejorable para ver una puesta de Sol.














Puesta de Sol en el cabo de San Vicente.

La segunda parte del viaje comprendió la costa del Bajo Alentejo hasta Lisboa, ya en la región lusa de Estremadura. Aunque el interior se encuentra muy deteriorado por actividades agrícolas, ganaderas y sobre todo, forestales, por la simplificación paisajística y ecológica que imponen las plantaciones masivas de eucaliptos, la costa parece haber sobrevivido a la catástrofe y permanece (todavía) mostrando el gran esplendor y poderío del Atlántico. El viento, el fuerte oleaje, las corrientes, la temperatura del agua y la accesibilidad de las playas se han convertido en aliados de la mar por el carácter enérgico, violento, poco apacible que dan a sus playas. La playa de Zambujeira do Mar es un buen ejemplo de las playas del Bajo Alentejo. La meteorización (por efecto de la lluvia y el viento) erosiona los acantilados que la delimitan y protegen, dando lugar a formas muy afiladas pero que terminan desmoronándose por efecto de dicha erosión y de la gravedad. Las rocas despeñadas son posteriormente erosionadas de forma muy distinta debido a la acción del oleaje marino, las mareas y la actividad biológica dando lugar en su conjunto a un paisaje extraterrestre con un fuerte contraste entre formas agudas y redondeadas.

Playa de Zambujeira do Mar

Contribuye a la gran belleza de esta playa un pequeño torrente que se precipita desde lo alto de los 100 metros de caída que hay en los acantilados donde se asienta la localidad de Zambujeira do Mar. La humedad que genera el agua rezumando en las rocas combinada con la acción del salitre, generan una micro zona supralitoral (que marca la parte superior de la marea alta) colonizada por multitud de algas, asi como moluscos e incluso cangrejos. 

Torrentera en la playa de Zambujeira do Mar.


Se trata de una playa rebosante de vida, donde había entre otros grupos faunísticos, varias especies de cnidarios (medusas, corales y anémonas) como Anemonia sulcata o Actinia equina. La Actinia roja (Actinia equina) también es conocida como tomate de mar, porque durante el día y con marea baja permanece contraída adquiriendo una peculiar forma esférica. Al atardecer siempre que haya una lámina de agua suficiente para cubrirla y, así, alimentarse, la actinia roja extiende sus reducidos tentáculos urticantes dispuesta a cazar pequeños invertebrados.


Anémona (Anemonia sulcata) fotografiada en la franja infralitoral de la playa de Zambujeira do Mar.


Actinia roja (Actinia equina) en la playa de Zambujeira do Mar.


Lapas (género Patella) incrustadas sobre una de la rocas de la playa de Zambujeira do Mar.

Ya en la costa de Estremadura, muy cerca del tumulto de Lisboa pero a años luz en esencia, se encuentra la serra da Arrábida, que se alza sobre la costa meridional de la península de Arrabida, al oeste de Setúbal y al sur de la capital lusa. Esta pequeña alineación montañosa se encuentra bastante deteriorada en su cara norte, pero la cara sur, que se precipita vertiginosamente al océano Atlántico, conserva un bosque mixto mediterráneo único en la península Ibérica donde ciertas particularidades microclimáticas dan lugar al crecimiento desmesurado de especies típicamente arbustivas que no suelen exceder la categoría de arbolillos. Así hay en la vertiente meridional de la serra da Arrábida coscojas (Quercus coccifera), labiérnagos (Phillyrea latifolia), lentiscos (Pistacia lentiscus) y madroños (Arbutus unedo) de impresionante porte arbóreo. Un patrimonio natural irrepetible que vimos peligrar en un incendio forestal en el año 2004. 

Vertiente meridional de la serra da Arrábida.